Cuando el autocuidado no es lo que parece
Vivimos en una época en la que la palabra autocuidado se ha convertido en tendencia. Vemos publicaciones que nos animan a tomarnos un baño con sales, a ponernos una mascarilla facial o a desconectar del móvil con una infusión caliente.
Y sí, todo eso puede ayudarnos, pero digamos que todo eso es un «autocuidado comercial». Un «autocuidado de revista».
Parece que hoy en día tienes que irte de spa, hacerte las uñas cada dos semanas, ponerte mil potingues en la cara, el cuerpo y el pelo, viajar a Tailandia…¿te suena?
Sin embargo, si arrastras heridas emocionales profundas, si has vivido trauma, abandono, rechazo o dolor invisible… cuidarte de verdad va mucho más allá.
El autocuidado emocional no siempre es bonito ni fácil. A veces, es incómodo. A veces, duele.
Cuidarte también es sostenerte
Cuando has aprendido a sobrevivir en modo automático, cuidar de ti puede parecerte egoísta, o incluso inútil. Pero empezar a darte lo que necesitas es un acto profundo de sanación.
Cuidarte puede ser:
—Decir que no, aunque sientas culpa.
—No responder a un mensaje cuando estás saturada.
—Pedir ayuda, aunque te dé miedo incomodar.
—Cancelar un plan si necesitas descansar.
—Permitir que alguien te abrace.
—No exigirte ser fuerte todo el tiempo.
El autocuidado emocional no se basa en hacer lo correcto, sino en reconocer lo que te hace bien en este momento, aunque sea pequeño, aunque parezca insignificante.

Autocuidado no es perfección: es compasión
Muchas veces creemos que tenemos que cuidarnos bien, como si eso implicara cumplir con una lista de hábitos saludables. Pero el verdadero autocuidado no exige. Sostiene. Escucha. Se adapta.
—No necesitas meditar todos los días.
—No necesitas tenerlo todo bajo control.
—No necesitas ser productiva para merecer descanso.
Solo necesitas darte un poco de espacio. Un poco de amabilidad.
Tal vez eso sea lo que tu niña interior no recibió en su momento.
Y ahora, por fin, tú puedes ofrecerlo.
Aprender a cuidarte también es parte del proceso terapéutico
Muchas de las personas que acompaño llegan con una idea distorsionada del cuidado: o se abandonan por completo, o se exigen cuidarse “como deberían”, de manera que el autocuidado en lugar de cumplir con su función protectora más bien contribuye a ser un foco de estrés constante.
En terapia trabajamos para que el autocuidado sea una forma real de acompañarte desde dentro, con tus tiempos, tus heridas, tus luces y tus sombras.
Y, poco a poco, cultivar esa voz que te dice:
“No estás sola. No estás rota. Puedes cuidarte con Amor”.
Si estás empezando a mirar dentro y te cuesta saber cómo cuidarte, quizá sea el momento de acompañarte en ese proceso.
Puedes escribirme o reservar tu primera sesión desde la página de contacto.
Estaré encantada de acompañarte.
Con paciencia, con compasión y con Amor.